

Corría la primavera-verano del año 1972 y yo que por aquel entonces contaba con 21 años, me tocó incorporarme al servicio militar “la mili”.
Lo hice en Zaragoza, C.I.R. nº. 10 Campamento de San Gregorio; Era aquel un C.I.R. que constaba de cuatro batallones, 16 compañías mas la compañía de servicio, por lo que en un mes aproximadamente, nos incorporamos tres mil quinientos reclutas.
La llegada fue realmente dura, aun en aquellos tiempos, embarcamos en un tren en Barcelona y tardamos doce horas en llegar a un apeadero (no me acuerdo el nombre) que distaba unos cinco kilómetros del campamento, distancia que y petate al hombro tuvimos que hacer caminando con las consiguientes bromas y novatadas de los veteranos que fueron a recogernos.
Una vez llegados a campamento, nos distribuyeron por compañías, al entrar a la misma, te rellenaban una ficha con todos tus datos personales, religión (solo se admitía una C.A.R. Católico, Apostólico y Romano), cicatrices, color del pelo etc. Posteriormente y ya todos formados nos preguntaron el nombre de cada uno e inmediatamente nos asignaron un número (aun recuerdo la voz ronca de un cabo con bigote que me dijo, a partir de ahora no te llamas Andrés, a partir de ahora tu nombre es el 31.116). Luego supe, que el 3 correspondía al tercer batallón, el 1 a la compañía y el 116 el número de recluta que yo hacía en esa compañía.
La mayoría de los que allí habíamos llegado, procedíamos de tres zonas; Cataluña (nos llamaban Los Polacos); Vascongadas (los vascos) y Aragón (los maños).
Fue en esos primero días cuando conocí e hice amistad con uno de los hombres más carismático y genial que he conocido en mi vida.
Se llamaba y se llama Ramón Passeta Farrarons y procedía de un pueblo de Barcelona (Cantonigros). Passeta, llegó a Zaragoza sin apenas saber hablar el castellano, pero para el eso nunca fue un inconveniente, enseguida se hizo entender por los castellanos, maños y vascos. Hicimos el campamento juntos y después de jurar bandera, los dos nos quedamos de instructor en la misma compañía, la novena “por todos conocida como la pequeña legión por su disciplina y forma de trabajar”. Nunca sabré si esa merecida fama siguió en la novena después del paso del amigo Passeta y mío por ella.
Passeta era un hombre afable, tranquilo, amigo hasta de sus enemigos y sobre todo alegre, siempre reía, menos cuando el teniente Rodrigo le decía “Passeta, ese bigote ya sabes que solo se puede llevar hasta la comisura de los labios”, entonces mi amigo Passeta, se retorcía su inseparable bigote hacia arriba y mormullaba en catalán “…HAURIA DE PENJAR A LA MEITAT PER A QUE L ATRE MITAT PREGESIN POR” (que en castellano viene a ser….. TENDRÍAN QUE COLGAR A LA MITAD, PARA QUE LA OTRA MITAD COGIERAN MIEDO). El teniente le preguntaba, ¿Qué dices Passeta?, pero él no respondía y se largaba murmullando en catalán. Se ha de reconocer que tenía dos bolas bien puestas este hombre, en pleno régimen franquista (aunque ya en decadencia) contestaba a los oficiales en catalán y se largaba tan tranquilo.
No se me olvidará un día que teníamos que hacer una exhibición para una jura de bandera, por aquel entonces era cabo primero; Formamos la compañía en presencia del Comandante Capitán y demás. Cada cabo manda su sección y en pleno desfile mi amigo Passeta ordena a sus reclutas “media vuelta”, pero como siempre se despista y lo dice en catalán “MITJA VOLTA – AR”. Magnifica escena; Los Catalanes dan la medía vuelta; Los Maños siguen hacía adelante; Los Vascos no saben qué hacer si seguir a uno u a los otros y los oficiales con un cabreo descomunal. Mi amigo Passeta ni se inmutó, dio un golpe de silbato y grita “HE DICHO MEDIA VUELTA, JODER”.
Existe otra anécdota también inolvidable y además grave, pero el amigo Passeta lo solucionó como siempre, a su manera.
Eran los primeros días del mes de febrero de 1973, en Zaragoza se celebraba un consejo de guerra donde por el fiscal se pedía tres penas de muerte por un acto terrorista de ataque al Consulado Francés en Zaragoza; El C. I. R. estaba en alerta máxima y el cabo de guardia era nuestro amigo Passeta.
Pero Passeta que estaba de fin de semana en Cantonigros, tiene la sabia ocurrencia de regresar al campamento en moto y la mala fortuna hace que tenga un pequeño accidente, por lo que llega a la compañía, no mira la hoja de servicio y se va directo a dormir; A las dos de la madrugada me llama el teniente de guardia urgente y me dice que el cabo de guardia es de mi compañía y desde las diez de la noche no se ha efectuado ningún relevo; Recuerdo que aquello me asustó realmente, un abandono de guardia en aquel tiempo y además con aquel suceso, era motivo más que suficiente para un consejo de guerra, pero esta vez a nosotros claro (la gran suerte era que el teniente de guardia era de nuestra compañía); Me dirigí urgente al dormitorio de Passeta y allí estaba el amigo Ramón durmiendo tranquilamente, le despierto, le digo el gran problema que tenemos y me contesta “JODER NO SABES QUE ME HE CAÍDO DE LA MOTO”. Le sustituí en la guardia, todos callaron y no pasó nada.
La red, las nuevas tecnologías y la ayuda de su hija Sandra han hecho que después de 36 años nos hayamos puesto en contacto de nuevo.
Ramón, me alegro infinita mente de que estés bien y espero que sigas siendo ese genial, alegre y buen hombre que siempre fuiste.
Un Abrazo de tu amigo Andrés