2010/12/13

NO - AL PARQUE EOLICO EN NUESTRA SIERRA

Nada ni nadie ha podido con la indescriptible belleza de nuestra sierra. Ni un ciento de guerras, ni Viriato a caballo, ni devastadores incendios, ni asfixiantes sequías; nada de nada... Al saliente, con el lucero de alba engullido por el amanecer naranja y un gajo de cuarto menguante colgado de un firmamento azul cobalto, los rayos del sol naciente chocan con el perfil afilado de la “Corralá del Herrero” y reparten su luz dorando los esbeltos olivos y las recias encinas. El musgo brilla cargado de rocío con un intenso verdor y las moles graníticas se imponen magníficas sobre el fresco manto de hojarasca. Los robles susurran a la brisa sobre la pared de la sierra entre notas de petirrojos y carboneros mientras un hilillo constante de vida líquida discurre entre helechos y zarzas. El aire puro que hace avanzar la neblina entra con nobleza en los pulmones y el olor a intemperie embriaga los sentidos…
Bajo esta bella armonía vegetal e inerte se esconden sepultados siglos de existencia humana. Envuelto en su disfraz se atisba el paso del prehistórico, celtíbero, visigodo, vetón, romano y musulmán. Sobre la tierra negra se siguen representando vestigios de escrituras ógmicas, menhires, recintos amurallados, poblados, acrópolis, necrópolis, aljibes, cuevas, extensas canalizaciones de agua labrada sobre cantería y los restos de un colosal castillo medieval que despuntaba solemne y formidable sobre la solana del risco grande. Infinidad de topónimos inundan sus veredas y canchales; “el cancho de la misa”, “los nacederos de arriba y los de abajo”, “el recinto sagrado”, “el sillón del moro”, “el pozo del rey”, “el canchal de Calisto”, “la vereda de los caracoles”, “el patio”, ”la majada de las cabras”, “el pajar de la sierra”, ”los callejones”, “los medios celemines”, “malvacío”, “el cancho del búho”, “las 3 fuentes”, “la pilita”, “la fuente Ana”, “el regato conejero”, “el regato reventón”, “ el chabarcón de los moros” y un largo etc. de nombres que dan historia a su inmortal orografía.
La vida salvaje, aislada del hombre, sobrevuela los desfiladeros y bulle bajo su tupido manto. Un importante reducto de búhos reales ululan al crepúsculo sembrando los valles de melancolía y misterio. Buitres negros, águilas calzadas, culebreras, ratoneras, aguiluchos cenizos, azores, gavilanes, milanos, lechuzas, mochuelos, autillos, chotacabras, mirlos, zorzales, roqueros solitarios, perdices y un sinfín de melódicos y multicolores insectívoros revolotean por sus cielos. Tejones, zorros, garduñas, jinetas, comadrejas, martas, meloncillos, turones, jabalíes y corzos dan vida a esos espacios abiertos y esas anchas soledades.
Mirar a la sierra cuando abres la ventana o mirarla desde cualquier lugar, infunde esperanza, inunda de sosiego. Alargar la vista e identificar sus perfiles sinuosos, con esos enormes alcornoques de su falda devorados por extensos escobares y ver pasar las estaciones con sus trajes de color, alegra la vida de los que se sienten identificados con ella. Huyendo de la vertiginosa ciudad se sueña con su refugio, con su calma, con su calor y se anhela el momento de superar esa enorme recta de asfalto para poder ver imponerse majestuosa a nuestra querida sierra, con ese escalofrío que nos llena de felicidad, de satisfacción, de recuerdos. Gente venida de recónditos lugares y autobuses de niños cargados de ilusiones y mochilas llegan a la plaza año tras año para emprender una de las excursiones más bonitas de su vida; allí se embriagan de formas, colores, olores, historias y lugares que difícilmente olvidarán. Allí disfrutan de la paz y de un silencio solo turbado por hojas de colores agitadas por la brisa y cantos melódicos de pequeño animales en libertad.



Ahora quieren destrozarla, ahora que nadie ni nada ha podido, quieren que sobre su cielo se ciernan tormentas y negros nubarrones. Quieren sembrar la depresión con dantescos moháis de hierro, asolando nuestros sueños con el siniestro sonido de esas aterradoras aspas de viento. Quieren que esas bellísimas y extasiantes rapaces sean devoradas por el esperpento. Pretenden que la hermosa vida salvaje desaparezca bajo un zumbido constante que asesina el hermoso silencio, tan necesario para todos. Quieren poner un parque eólico en la sierra de Santa Cruz y apuñalar así nuestro tesoro con gigantescos molinos metálicos de más de 80 metros. Pretenden contaminar nuestra felicidad visual y asesinar nuestro dulce descanso con el rumor de la desesperación. Abrir pistas de deforestación para llevar las piezas del monstruo. Cavar enormes pozos sobre las propias ruinas patrimonio de la humanidad para hacer los cimientos del engendro industrial y subir el fuego de la alta tensión junto al nido del búho real.

Energías renovables si pero no en nuestra sierra, no al esperpento; hay cosas que el dinero no puede pagar…


Continuará...

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