2009/04/14

EL MARQUES DE VILLENA Y SANTA CRUZ DE LA SIERRA


La vida de Don Juan Pacheco, se puede resumir como la de uno de los políticos que más influyó en la historia de Extremadura, durante muchos años, dejando situados en altas posiciones a unos descendientes también de notable influencia en nuestras tierras.
A Don Juan Pacheco le ha tratado la Historia con mucha severidad, considerándole como el prototipo cauto, sin escrúpulos y siempre dispuesto a aprovechar cualquier coyuntura para el logro de sus desmedidas ambiciones, amparándose en su posición de valido y en la preponderante influencia que ejerció sobre el débil monarca. De hecho, fue nombrado por él: Conde de Xiquena, (1461) y Duque de Escalona (12 de Diciembre de 1472).
Su poder e influencia llegó en Extremadura a tal altura, que poseyó media provincia de Cáceres y otra media de Badajoz, con ciudades como Trujillo, Mérida, Medellín y cientos de castillos, aldeas y villas. En cuanto a su influencia política, era tal, que le faltó muy poco para ser padre político del Infante Don Fernando de Aragón (después Rey Católico). El historiador Víctor Balaguer afirma la existencia de unas escrituras de poder de Don Fernando, (1-5-1467), para que el Condestable Don Pedro de Peralta se desposara en su nombre con
Doña Beatriz Pacheco, hija natural de Don Juan, que con el tiempo llegaría ser condesa de Medellín.



Años más tarde D. Juan Pacheco casaría a la citada primera hija ilegítima, la varonil y belicosa Dña. Beatriz Pacheco, con D. Rodrigo Portocarrero, que entre otros títulos contaba con el de Conde de Medellín. De esta manera el marqués de Villena lograba colocar a uno de sus descendientes al frente de uno de sus antiguos señoríos. De hecho, este matrimonio fue un ejemplo de la habilidad política que manifestó en el matrimonio de sus hijos -incluidos los bastardos-. El interés, en este caso no era sólo efectuar una boda para su hija sino además, el poner de su parte el condado de Medellín que tanto apoyo podría ofrecerle en la defensa de los amenazados señoríos de Moguer y Villanueva del Fresno, de los que era titular la segunda esposa del marqués, Dña. María Portocarrero.

De la débil voluntad de Enrique IV, el marqués de Villena consiguió el señorío de Trujillo y sus tierras, sin que el Alcaide Gracian de Sesé pudiera oponerse.
Al tomar posesión de este señorío es cuando ocurre su muerte, en Santa Cruz de la Sierra, el 4 de Octubre de 1.474, unos dicen que de tres secas que le dieron en la garganta (alguien de la época, quiso dejar constancia de este hecho y dejó esculpido en piedra una cabeza de noble con un puñal clavado en la garganta, en la toza de una ventana de la Casa del Conde ) donde supuestamente fue asesinado. Y otros de esquinencia, según carta que envió Gutiérrez Cárdena al Rey Don Fernando. Sus herederos, Beatriz en Medellín y Don Diego López Pacheco en Trujillo, continuaron la política de oposición a la Corona, hasta que Isabel la Católica les hizo entrar en la disciplina real, no sin antes haber derruido castillos y desmochado palacios.
Ese mismo año murió Enrique IV, a punto de cumplir 50 años, siendo sepultado en el Monasterio de Guadalupe, junto a su madre Doña María de Aragón, en donde aún se conservan los restos de ambos.
La Reina Católica montó en Guadalupe su cuartel general, dispuesta a abatir el poder de los Villena y las banderías de otras familias ilustres. En Enero de 1479 ya estaba abatido en Trujillo el orgullo de los Villena, pero sólo como figuras de primer orden, pues posteriormente este linaje se mezcló con otros distinguidos y en cuanto a Doña Beatriz, en Medellín, continuó muchos años, pero con mucho menos poder que el que tenía su padre

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